Tráfico, tráfico, tráfico…

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Cuando vinimos a vivir a Castelldefels, hace ya tres años, era un lugar privilegiado: estaba la playa, la tranquilidad de vivir fuera de la gran ciudad, tren de cercanías… pero además estaba la gran ventaja de tener dos grandes vías de comunicación por carretera: una autopista (C-32) y una autovía (C-31), que reducían la distancia de 20 kilómetros hasta la entrada de Barcelona a unos meros quince minutos de viaje.

Poco a poco fue incrementándose el número de vehículos que hacían por la mañana el mismo trayecto, y el mayor punto negro de ambas carreteras, la entrada de Viladecans, provocaba cada vez mayores retenciones. Nada grave, pero algo molesto.

Entonces hubo elecciones autonómicas. Ya se sabe, cambio de partido, nuevas ideas y todo eso. Y obras. Muchas obras.

Sólo por enumerar algunas:

  • ampliación del aeropuerto de El Prat
  • trazado del AVE hasta el aeropuerto y luego hasta Barcelona
  • línea 9 del Metro
  • enterramiento de la Gran Vía a la entrada de L’Hospitalet de Llobregat
  • la Ciudad de la Justicia de L’Hospitalet

Todas ellas han contribuido con un impacto más o menos grande en mi trayecto diario al trabajo. Más o menos se llevaba bien, con la esperanza de que en poco tiempo la situación mejorara. Vana ilusión, porque cada vez empezaban más actuaciones, pero no parecía que acabara ninguna.

El otro día dije: «ahora la entrada y la salida de Barcelona por Gran Vía no puede estar peor, sólo puede mejorar». Me equivoqué. Los muy cafres ya han abierto el paso subterráneo de la entrada de Barcelona por Gran Vía… pero han cerrado muchos de los accesos a Zona Franca. La ida, y sobre todo la vuelta, se ha convertido en un suplicio incomprensible, ya que tal como estaban las cosas, parecía la única entrada sin atascos a la ciudad.

Debido a todo esto, me parece que voy a utilizar el transporte público (autobuses y tren) para ir a trabajar… al menos podré ir leyendo, mientras me hago las siguientes preguntas:

¿Por qué en las obras que interrumpen la circulación habitual de vehículos no se tiene a gente trabajando 24 horas para minimizar el impacto?

¿Por qué no se realizan las actuaciones por fases para que no se solapen entre sí?

¿Alguien ha contabilizado las pérdidas económicas (para las empresas y los particulares) que producen los atascos debidos a las obras?

¿Por qué no se fortalece el sistema de transporte público para reducir el uso del vehículo privado ante obras de este calibre?

Acerca de Pablo
Un matemático-informático con demasiadas inquietudes y poco tiempo.

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